
En bien del futuro de la humanidad, espero que seas estéril.
JOHN KENNEDY TOOLE, La conjura de los necios.
JOHN KENNEDY TOOLE, La conjura de los necios.
INMERSOS EN LA HORA DEL TÉ.
Por Juan pablo Matarredona
¿Quién lo iba a pensar, pero juro que te vi jugando al té?
Fue una experiencia gratificante, muy ilustrativa. Ahí estabas, con tus amigas imaginarias, todas alrededor de la mesa. ¡Qué finas! Y qué lindas conversaciones las suyas.
- Ji ji ji… ¡Ay, manis! Qué bien se ve el doctor Rivera hoy.
- ¿Ya viste? Vienen llegando los Lamantour.
No ha existido en este planeta una sola niña con tanta idea de lo que es ser de alta alcurnia como tú.
Sé que te suena raro, seguro te has quedado atónita, y más porque me doblas la edad, pero es verdad lo que te digo.
No soy un tipo que suela hablar de sus sueños, y lo que te cuento no es uno de ellos. Pero, en verdad, juro que te he visto jugar al té. ¡Y qué bien lo haces!
Algunos critican a la televisión porque no educa a la gente, pero les hace falta verte jugar con tus amigas, con los Rivera y con los Limantour, para darse cuenta de que la tele es una gran institución.
Es más, deberíamos abolir la literatura y los colegios; no enseñan nada, nos complican la existencia. En cambio, el dios televisivo hace lo más adecuado, nos simplifica la vida. Nos da, empaquetadas, personalidades en unas veinte presentaciones distintas. Nos enseña que cualquiera puede hacer lo que sea con el simple hecho de desearlo.
¡Qué ganas tengo de ser actor! Si no fuera por la tele, tendía que combatir enormes adversidades para conseguirlo; pero ella, la sagrada televisión me ha enseñado que puedo serlo. Bastará con hacer el intento de imitar lo que veo a través de su gran ventana al mundo, lo que ella, oráculo divino, me muestra.
¡Qué sencillo! Me aprenderé algunos diálogos de telenovela y con eso he de escribir una puesta teatral. La cochera de mi casa puede ser convertida en teatro, en fin, hay espacio y tiene muchas luces.
¡Ah, un teatro en la ciudad! ¡Y con montajes profesionales! Obviamente porque serán hechos por mí. Ya imagino la noche de estreno: Vendrán los Limantour, los Rivera y vendrás tú. Todos reunidos para continuar jugando al té, para seguir con esos juegos que llamamos sociedad y profesionalismo.
Fue una experiencia gratificante, muy ilustrativa. Ahí estabas, con tus amigas imaginarias, todas alrededor de la mesa. ¡Qué finas! Y qué lindas conversaciones las suyas.
- Ji ji ji… ¡Ay, manis! Qué bien se ve el doctor Rivera hoy.
- ¿Ya viste? Vienen llegando los Lamantour.
No ha existido en este planeta una sola niña con tanta idea de lo que es ser de alta alcurnia como tú.
Sé que te suena raro, seguro te has quedado atónita, y más porque me doblas la edad, pero es verdad lo que te digo.
No soy un tipo que suela hablar de sus sueños, y lo que te cuento no es uno de ellos. Pero, en verdad, juro que te he visto jugar al té. ¡Y qué bien lo haces!
Algunos critican a la televisión porque no educa a la gente, pero les hace falta verte jugar con tus amigas, con los Rivera y con los Limantour, para darse cuenta de que la tele es una gran institución.
Es más, deberíamos abolir la literatura y los colegios; no enseñan nada, nos complican la existencia. En cambio, el dios televisivo hace lo más adecuado, nos simplifica la vida. Nos da, empaquetadas, personalidades en unas veinte presentaciones distintas. Nos enseña que cualquiera puede hacer lo que sea con el simple hecho de desearlo.
¡Qué ganas tengo de ser actor! Si no fuera por la tele, tendía que combatir enormes adversidades para conseguirlo; pero ella, la sagrada televisión me ha enseñado que puedo serlo. Bastará con hacer el intento de imitar lo que veo a través de su gran ventana al mundo, lo que ella, oráculo divino, me muestra.
¡Qué sencillo! Me aprenderé algunos diálogos de telenovela y con eso he de escribir una puesta teatral. La cochera de mi casa puede ser convertida en teatro, en fin, hay espacio y tiene muchas luces.
¡Ah, un teatro en la ciudad! ¡Y con montajes profesionales! Obviamente porque serán hechos por mí. Ya imagino la noche de estreno: Vendrán los Limantour, los Rivera y vendrás tú. Todos reunidos para continuar jugando al té, para seguir con esos juegos que llamamos sociedad y profesionalismo.
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