
Los silencios, pobres de ellos,
no son más que eso mismo, silencios.
JOSÉ SARAMAGO.
no son más que eso mismo, silencios.
JOSÉ SARAMAGO.
PRIMER LLAMADO A LA CORDURA
Por Juan Pablo Matarredona
¿Qué hago sentado aquí? ¿Qué hago escuchándole? Veo su boca, sus gestos, sus manos, pero no comprendo, será mejor abstraerme en mis pensamientos.
Letras… L, E, T, R, A, S… ¡Con ellas puedo formar palabras! Me han dicho que cada una de ustedes engloba un concepto, que cada una significa algo distinto. Pero nadie me ha explicado lo que acabo de descubrir.
Quién iba a pensarlo, pero ustedes representan sonidos. Sí, las interpreto de la misma forma en que lo hago con lo que penetra mis oídos. Ustedes son muy sabias, saben juntarse en sociedad, alguna vez oí decir que a sus familias les llaman frases. ¡Qué mejor manera para representar las ideas!
Pero hay que saber jugar con ustedes. Hay que conocer la manera más adecuada de acariciarles, hay que ser tierno cuando se está con ustedes. Alguna vez comprendí que cuando no se les trata bien dejan a un lado aquello que llamamos significado. ¡Ah! Por qué tantos no se han dado cuenta de algo tan elemental.
Bla, bla, bla… Le oigo, llegan a mis orejas unos fonemas; intentan trepar hasta lo más alto de mi razón, pero nadie les abre la puerta. Hace un gran esfuerzo por locutar, pero creo que menosprecia a los mejores amigos de las palabras; creo que es elitista con los silencios. Es increíble, sigue hablando, bla, bla, ¡blablando!
¡Silencio! Por favor… Shhh… Silencio…¡Qué bello es! ¿Lo escuchas? Es la mejor música. La música es una gran ruta de escape, te conduce a un paraíso que es único en cada experiencia. En ocasiones quisiera que esta canción nunca terminara; otras, prefiero interrumpirla, me atemorizan cada uno de los elementos que la componen: la calle, el viento, los árboles, las aves, los autos, las pisadas, las voces, las personas, todo, todo, absolutamente todo…me consume, hace que me de cuenta de lo insignificante que soy.
Una vez dibujé un partido de fútbol; no soy devoto del deporte, pero era un ejercicio obligatorio, uno de esos que imponen los docentes con el pretexto de un fin pedagógico. Una toma aérea, muchos puntos la circundaban, dentro del campo coloqué sólo veintidós, pero uno de ellos era distinto, tenía el control.
En el pesero (con “s”, pues se refiere a los pesos) no vi a nadie, sólo puntos…muchos puntos que subieron, se movieron y bajaron, todos entorno a mí…La música, el silencio…La nada…Sólo las voces de la conciencia, las de un ego megalómano. Hace tiempo no escuchaba la música del silencio, hace tiempo no tenía miedo. ¡Qué reconfortante sensación!
Por Juan Pablo Matarredona
¿Qué hago sentado aquí? ¿Qué hago escuchándole? Veo su boca, sus gestos, sus manos, pero no comprendo, será mejor abstraerme en mis pensamientos.
Letras… L, E, T, R, A, S… ¡Con ellas puedo formar palabras! Me han dicho que cada una de ustedes engloba un concepto, que cada una significa algo distinto. Pero nadie me ha explicado lo que acabo de descubrir.
Quién iba a pensarlo, pero ustedes representan sonidos. Sí, las interpreto de la misma forma en que lo hago con lo que penetra mis oídos. Ustedes son muy sabias, saben juntarse en sociedad, alguna vez oí decir que a sus familias les llaman frases. ¡Qué mejor manera para representar las ideas!
Pero hay que saber jugar con ustedes. Hay que conocer la manera más adecuada de acariciarles, hay que ser tierno cuando se está con ustedes. Alguna vez comprendí que cuando no se les trata bien dejan a un lado aquello que llamamos significado. ¡Ah! Por qué tantos no se han dado cuenta de algo tan elemental.
Bla, bla, bla… Le oigo, llegan a mis orejas unos fonemas; intentan trepar hasta lo más alto de mi razón, pero nadie les abre la puerta. Hace un gran esfuerzo por locutar, pero creo que menosprecia a los mejores amigos de las palabras; creo que es elitista con los silencios. Es increíble, sigue hablando, bla, bla, ¡blablando!
¡Silencio! Por favor… Shhh… Silencio…¡Qué bello es! ¿Lo escuchas? Es la mejor música. La música es una gran ruta de escape, te conduce a un paraíso que es único en cada experiencia. En ocasiones quisiera que esta canción nunca terminara; otras, prefiero interrumpirla, me atemorizan cada uno de los elementos que la componen: la calle, el viento, los árboles, las aves, los autos, las pisadas, las voces, las personas, todo, todo, absolutamente todo…me consume, hace que me de cuenta de lo insignificante que soy.
Una vez dibujé un partido de fútbol; no soy devoto del deporte, pero era un ejercicio obligatorio, uno de esos que imponen los docentes con el pretexto de un fin pedagógico. Una toma aérea, muchos puntos la circundaban, dentro del campo coloqué sólo veintidós, pero uno de ellos era distinto, tenía el control.
En el pesero (con “s”, pues se refiere a los pesos) no vi a nadie, sólo puntos…muchos puntos que subieron, se movieron y bajaron, todos entorno a mí…La música, el silencio…La nada…Sólo las voces de la conciencia, las de un ego megalómano. Hace tiempo no escuchaba la música del silencio, hace tiempo no tenía miedo. ¡Qué reconfortante sensación!
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