Nunca nos deberíamos sentir
seguros de aquello que pensamos
ser porque pudiera ocurrir que
ya estemos siendo cosa diferente.
JOSÉ SARAMAGO.
seguros de aquello que pensamos
ser porque pudiera ocurrir que
ya estemos siendo cosa diferente.
JOSÉ SARAMAGO.
CUANDO FUI “NOSOTROS”.
Por Juan Pablo Matarredona
Después de finalizado el acto carnal, te pusiste de pié. No supe qué buscabas, cuál era la prisa por alejarte de ese lecho del pecado; creo que ahora lo entiendo.
No era la primera vez que hacíamos un intercambio pasional y sentimental, pero aquella ocasión todo fue distinto. De un momento a otro la estética se impuso ante mis pensamientos, y los cánones que marca dejaron de incluirte. ¡Qué irregular forma la tuya!
El problema fue más allá. De pronto dejaste de representar un ser celestial. Lo peor de tu alma brotó ante mí. La falta de criterio se hizo evidente, tu ineptitud se tornó en tu mayor virtud. ¿Cómo es posible que después de tantos años a tu lado, hasta ese momento me haya dado cuenta de algo tan evidente?. Sin siquiera razonarlo dejé de buscarte, me perdí. Afortunadamente no fui el único.
Ahora te comprendo. Puedo empatizar contigo. Tus ojos, desde una posición más alta - pues estabas erguida -, también sintieron repudio por lo que veían posado sobre las sábanas, por aquello que para ti dejó de significar bondad en ese instante.
Esta mañana, antes de abrir los ojos, pensé en ti. Dicen que siempre tendremos presente la última imagen que obtuvimos de alguien, pero no es mi caso. Cuando te rememoro me remonto a tiempos anteriores, recuerdo tu sonrisa inigualable, tu excepcional sentido del humor y ese optimismo con el que te ganas el cariño de la gente.
No pienso en lo que pudo ser, no le veo sentido. Prefiero reconstruir lo que fue. Sólo hay un punto que me acongoja cada vez que asaltas mi memoria: ¿Cómo pudimos cambiar de un momento a otro? ¡Ah, esa eterna pregunta! Y estoy seguro de no ser el único en cuestionarlo.
Los posteriores encuentros, fuesen a causa de la sociedad o de la melancolía, no han sido muy gratos. Comenzamos siempre con una sonrisa, para continuar con recuerdos de ese pasado tan distante, y terminamos – sin excepción – de la peor manera posible.
Agradezco a nuestra profesión el poner trabas a nuestros encuentros; agradezco a la geografía el imposibilitar el acercamiento. Hoy sé que hace años nos perdimos y que cada quién sigue en busca de su propio camino. Ahora entiendo que tiempo atrás dejé de ser nosotros.
No era la primera vez que hacíamos un intercambio pasional y sentimental, pero aquella ocasión todo fue distinto. De un momento a otro la estética se impuso ante mis pensamientos, y los cánones que marca dejaron de incluirte. ¡Qué irregular forma la tuya!
El problema fue más allá. De pronto dejaste de representar un ser celestial. Lo peor de tu alma brotó ante mí. La falta de criterio se hizo evidente, tu ineptitud se tornó en tu mayor virtud. ¿Cómo es posible que después de tantos años a tu lado, hasta ese momento me haya dado cuenta de algo tan evidente?. Sin siquiera razonarlo dejé de buscarte, me perdí. Afortunadamente no fui el único.
Ahora te comprendo. Puedo empatizar contigo. Tus ojos, desde una posición más alta - pues estabas erguida -, también sintieron repudio por lo que veían posado sobre las sábanas, por aquello que para ti dejó de significar bondad en ese instante.
Esta mañana, antes de abrir los ojos, pensé en ti. Dicen que siempre tendremos presente la última imagen que obtuvimos de alguien, pero no es mi caso. Cuando te rememoro me remonto a tiempos anteriores, recuerdo tu sonrisa inigualable, tu excepcional sentido del humor y ese optimismo con el que te ganas el cariño de la gente.
No pienso en lo que pudo ser, no le veo sentido. Prefiero reconstruir lo que fue. Sólo hay un punto que me acongoja cada vez que asaltas mi memoria: ¿Cómo pudimos cambiar de un momento a otro? ¡Ah, esa eterna pregunta! Y estoy seguro de no ser el único en cuestionarlo.
Los posteriores encuentros, fuesen a causa de la sociedad o de la melancolía, no han sido muy gratos. Comenzamos siempre con una sonrisa, para continuar con recuerdos de ese pasado tan distante, y terminamos – sin excepción – de la peor manera posible.
Agradezco a nuestra profesión el poner trabas a nuestros encuentros; agradezco a la geografía el imposibilitar el acercamiento. Hoy sé que hace años nos perdimos y que cada quién sigue en busca de su propio camino. Ahora entiendo que tiempo atrás dejé de ser nosotros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario