sábado, mayo 22, 2010

Segundo llamado a la cordura: un escrito sin sentido.

Por Juan Pablo Matarredona

Ya se, Mireille, es obseno escribir estas cosas, darlas a los mirones. Qué quieres, están los que van a confesarse a las iglesias, están los que escriben interminables cartas y también los que fingen urdir una novela o un cuento con sus aconteceres personales .
JULIO CORTÁZAR, Ciao Verona.


Ya nadie habla. Ahora todos escriben, es lo que me queda de ellos, puros grafismos. Leo a unos, a otros, a otra, algunos más y todo comienza a cobrar sentido, todo se conjuga para darme un solo mensaje, ese que no quiero conocer, ese que no me hace bien, ese que probablemente no es.
Como primer impulso preferí unirme a ellos y hacer lo mismo: escribir. Palabras aquí, palabras ahora, palabras allá, palabras después… Palabras, palabras, y más palabras; todas ellas sin sentido; sólo el que en el preciso momento de retratarlas decidí darles. Ah, pero qué conveniente nos resulta leer, pensar, interpretar, dotar de sentido a todo aquello que los demás comunican para poder criticar, para enjuiciar y determinar hasta dónde se han vuelto locos o hasta dónde afectan a nuestras propias vidas.
Todos nos ponemos a tejer, a enmarañar y, luego, a desenmarañar. Hemos maquilado una enorme cantidad de telarañas que se entrecruzan y nos tocan a todos, que nos oprimen y obligan a estar conectados sin más razón que la mera curiosidad; pero dicen por ahí que ‘la curiosidad mató al gato’ o, en este caso, a todas las arañas. Nos carcome, nos llena de dudas y roba nuestra serenidad, esa a la que tanto aspiro, porque no puedo afirmar que todos persigan lo mismo.
La tormenta hace mucho ruido, tanto que resulta ensordecedor y, peor aún, adictivo. Quién hubiera imaginado que al tirar del carrizo que contiene el hilo que gustamos de enredar terminaríamos por jalar a las propias nubes para provocar que se cerraran y así producir el gran diluvio, ese épico del que todos hemos leído, del que todos, absolutamente todos, hemos temido.
¡Basta! Cierra los ojos, oprime la suposición y retoma tu vida, deja a un lado las ideas que no tengan más razón que la que sus propios autores hayan querido darles. Silencia a los demonios que dentro tuyo suplican por más errores, por más interpretaciones. ¡Calla! ¡CÁLLalos! ¡CÁLLENse! ¡CÁLLATE!
¿Lo notas? Sí, es el silencio en tu interior, un silencio palpitante que te devuelve la tranquilidad, que te ayuda a recordar quién eres y  adónde vas. Gózalo, disfrútalo, regocíjate y pon mucha atención porque está por asomarse el sol. ¿Te das cuenta? Ahí está, detrás de esa colina. Ya no hay gotas, sólo los charcos de lo que está por dejar de ser. Es el momento ideal para concentrarte en lo tuyo, para prestar atención a lo único que importa en esta vida, si es que sólo hay una. Abre los ojos pausadamente, percátate de este milagro: ahí estás tú, sólo tú. Y cuando recobres la vista y la cordura ahí estarán las palabras de aquellos que no van más allá, de aquellos que no pretenden algo más. Sonríe, que la locura a veces es sensata.

Nota mental: regresar pronto a los cuentos divertidos y dejar a un lado los escritos reflexivos que a muchos entristecen y la mayoría interpreta sin conocer su significado.

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