No ves lo que eres, sino su sombra.
RABINDRANATH TAGORE
RABINDRANATH TAGORE
DE MALDAD ESTÁ HECHO EL HOMBRE.
Por Juan Pablo Matarredona
¿Has pensado alguna vez en porqué son importantes? Yo, nunca. Pero si no lo fueran, no existirían. Al menos eso quiero creer, pues siempre me conduzco con la premisa “todo tiene una razón de ser “,entendiendo a esta como fin.
Tal vez lleven consigo algo más que una imagen. Vayamos por pasos. Consisten en la representación visual de un objeto, sí, eso es evidente; y también lo es su mayor oscuridad contra la del fondo en que son proyectadas. Pero, ¿significará eso algo?
Si nos guiamos solamente por lo físico, podemos estar seguros de que nos llevan de una representación tridimensional a un mundo de sólo dos dimensiones, son reduccionistas, responden al tan de moda back to basics.
Por alguna razón, iconográficamente la luz siempre ha sido identificada con lo bueno, con lo celestial. También es cierto que sin algún tipo de luz, ellas no se presentarían, no nos acompañarían. Aunque tampoco podemos negar que está en su naturaleza huir de las fuentes lumínicas; a pesar de ser producto suyo. Son como los hijos que estamos atados a nuestros padres, pero renegamos en todo momento de su autoridad y profundo saber.
No les podemos abrazar, no les podemos tocar ni oler. Son incorpóreas, pero también cambiantes ya sea en su contorno, longitud, altura o tonalidad. Pero tienen una constante: siempre tienden a la oscuridad.
Algunas de ellas pueden tener una apariencia divina, si se les observa con atención y sin prejuicios; como la hija de mi vecina quien, por cierto, está desaparecida (entiéndase “no aparece”, malentiéndase “se perdió”, lo que se pierde queda en esa condición for ever and ever… Noticia de última hora: la chica ya fue localizada, un bien intencionado taxista –de esos que sobran en esta ciudad– la encontró. Agradezco a Jorge Zarza y a su equipo de Hechos Meridiano la ayuda prestada para la búsqueda… Una disculpa, querido lector, ya vuelvo al tópico de este escrito).
Quiero pensar que por el simple hecho de no tener masa, no es correcto abordar su naturaleza desde una perspectiva física, así es que habría que ir más allá; dígase, verlas de manera metafísica.
Recuerda que no podemos guiarnos por las apariencias, hay que ir a la raíz; y es ahora cuando debemos retomar un par de ideas: oscuridad –lo contrario a bondad– y representación de un sujeto (incluidos los objetos, sé que suena extraño). Pero, entonces, ¿cuál es el motivo de su existencia?.
Podríamos considerarles como tarjetas de presentación, la muestra más básica y concreta de nuestra personalidad, del carácter y, por ende, de nuestro espíritu. Luego de este razonamiento me invade el miedo, no quiero ahondar más en la materia (¿o debería decir “en lo inmaterial”?). Sólo te dejo una tarea: cuando estés parado bajo el sol, voltea y mírala, dime qué color tiene, así sabrás de qué color es tu alma… ¿Quién dijo que los seres humanos somos buenos por naturaleza?
Tal vez lleven consigo algo más que una imagen. Vayamos por pasos. Consisten en la representación visual de un objeto, sí, eso es evidente; y también lo es su mayor oscuridad contra la del fondo en que son proyectadas. Pero, ¿significará eso algo?
Si nos guiamos solamente por lo físico, podemos estar seguros de que nos llevan de una representación tridimensional a un mundo de sólo dos dimensiones, son reduccionistas, responden al tan de moda back to basics.
Por alguna razón, iconográficamente la luz siempre ha sido identificada con lo bueno, con lo celestial. También es cierto que sin algún tipo de luz, ellas no se presentarían, no nos acompañarían. Aunque tampoco podemos negar que está en su naturaleza huir de las fuentes lumínicas; a pesar de ser producto suyo. Son como los hijos que estamos atados a nuestros padres, pero renegamos en todo momento de su autoridad y profundo saber.
No les podemos abrazar, no les podemos tocar ni oler. Son incorpóreas, pero también cambiantes ya sea en su contorno, longitud, altura o tonalidad. Pero tienen una constante: siempre tienden a la oscuridad.
Algunas de ellas pueden tener una apariencia divina, si se les observa con atención y sin prejuicios; como la hija de mi vecina quien, por cierto, está desaparecida (entiéndase “no aparece”, malentiéndase “se perdió”, lo que se pierde queda en esa condición for ever and ever… Noticia de última hora: la chica ya fue localizada, un bien intencionado taxista –de esos que sobran en esta ciudad– la encontró. Agradezco a Jorge Zarza y a su equipo de Hechos Meridiano la ayuda prestada para la búsqueda… Una disculpa, querido lector, ya vuelvo al tópico de este escrito).
Quiero pensar que por el simple hecho de no tener masa, no es correcto abordar su naturaleza desde una perspectiva física, así es que habría que ir más allá; dígase, verlas de manera metafísica.
Recuerda que no podemos guiarnos por las apariencias, hay que ir a la raíz; y es ahora cuando debemos retomar un par de ideas: oscuridad –lo contrario a bondad– y representación de un sujeto (incluidos los objetos, sé que suena extraño). Pero, entonces, ¿cuál es el motivo de su existencia?.
Podríamos considerarles como tarjetas de presentación, la muestra más básica y concreta de nuestra personalidad, del carácter y, por ende, de nuestro espíritu. Luego de este razonamiento me invade el miedo, no quiero ahondar más en la materia (¿o debería decir “en lo inmaterial”?). Sólo te dejo una tarea: cuando estés parado bajo el sol, voltea y mírala, dime qué color tiene, así sabrás de qué color es tu alma… ¿Quién dijo que los seres humanos somos buenos por naturaleza?
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